Ceremonia XVII: CUANDO VOLVAMOS A ENCONTRARNOS
…Se me quedan las palabras
atragantadas en la boca, y cuando consiguen atravesar la barrera de los dientes
y alcanzar los labios se derraman sobre el mentón y empapan la camisa con un
sonido hueco. Algunas tocan las rodillas antes de estrellarse contra los
zapatos y el suelo inmediato. Las emociones se almacenan en el estómago, se
alimentan de espaguetis y de pescado, de solomillo y frutas y verduras
diversas, se refrescan con agua y zumos variados, se embriagan con el güisqui,
el champán, el vino tinto y rosado. Hay que darlas de comer, además, alimentos
del espíritu: conversaciones amenas, conversaciones profundas, conversaciones
disparatadas, que provoquen risa, que provoquen llanto, que provoquen sorpresa.
Mezclarlo con actividades variopintas: sosegadas a la luz de las velas,
intensas con la luna llena, aventureras entre maizales que ocultan el
horizonte. Aderezarlas con besos y abrazos intensos, con miradas sostenidas,
con placeres inconfesables. Entonces, las emociones se vuelven fuertes, con una
voluntad firme y resistente…
Fragmento
del libro La voz interior
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