I - Paseos por Santa Eufemia

Casa Zalengas, Villafrechós (Valladolid)

II - Citas de despedida

Mirador de la Encina, Villabañez (Valladolid)

III - Homenaje a mis padres

Parque de la Fuente el Sol (Valladolid)

IV - Circuito de carrera

Pina de Antequera (Valladolid)

V - El mar de Machado

Teso de Almenara, Villabrágima (Valladolid)

VI - El espacio propio

Monte el Cueto, Castrodeza (Valladolid)

XVIII - Hipótesis de la mirada

Ermita de Nuestra Señora de los Perales, Velliza (Valladolid)

XIX - Al cruzar la calle

Ermita de el Viso, Monterrubio de la Armuña (Salamanca)

Alberto Asenjo Orive: La Voz Interior

• Lecturas al Viento es un método diferente de difundir y motivar a la lectura. Compagina el placer de leer con aspectos como el excursionismo, la consolidación de patrimonio civil, militar y religioso, el respeto y admiración por la naturaleza, la repoblación forestal, las alternativas del ocio, la proliferación de recursos turísticos, las relaciones sociales, el ejercicio físico, el juego de pistas, la permanencia en el tiempo y la trascendencia vital, entre otros.

• Lecturas al Viento son escritos, cada uno de ellos es independiente temática y físicamente, en la primera fase de esta iniciativa, hasta que se convierte en un libro convencional. Esto sucede, para cada lector, cuando ha reunido todas las claves que guardan las hojas con los textos y que le posibilitan acceder al libro completo.

• Para acercarse a esta obra se necesita tiempo y verdadera voluntad. Cada parte requiere ser leída en días distintos, porque de una lectura a otra puede haber una separación de varios kilómetros, cuando no de unos cientos.

• En Castilla y León, y sobre todo en el provincia de Valladolid, se concentran la mayoría de los 30 escritos que forman esta primera entrega: La Voz Interior, pero también los hay en Andalucía, Castilla la Mancha y Madrid.

domingo, 4 de octubre de 2009

Ceremonia XXI - EL SILENCIO DE LA NATURALEZA


Diario de la ceremonia 
Puerto de Cotos – Mirador de la Gitana – Rascafría (Madrid)

Parece imposible llevar a cabo las ceremonias con tranquilidad. A pesar de haber planificado la actividad con la suficiente antelación y rigor, siempre hay algún factor que se olvida y que provoca tensiones. En esta ocasión había quedado en mi casa con dos de las personas invitadas a las 10:00 AM. A las 9:55 AM me llama una de ellas, preguntándome si seguía adelante la lectura, le digo que sí. Contesta que se lo tenía que haber confirmado ayer, rebato que pensé que ya habíamos fijado la cita y que llamaría en caso de que hubiese alguna novedad. Cogerá un taxi para llegar cuanto antes. El otro invitado es puntual, tan puntual como un glaciar, le explico que ha surgido un contratiempo y que la otra persona llegará en breve. Los quince minutos se convierten en treinta. Va a ser imposible llegar a tiempo para encontrarnos con los otros invitados y con el fotógrafo que viene directamente desde Valladolid. Pasados cuarenta y cinco minutos llamo al interfecto. Está a punto de ¡salir de casa! No me quedan opciones, tengo que avisar al resto de participantes para advertirles de que llegaremos más tarde. Primero me pongo en contacto con el fotógrafo. Está en la Granja, le comento que nos retrasaremos. Intento localizar a los que vienen desde Rascafría, pero sus teléfonos están sin cobertura o apagados. Mando un mensaje. Al poco me llaman que ya han llegado al lugar. “Ha surgido un imprevisto, llegaremos más tarde, estamos saliendo en estos momentos de Madrid”. Mentira, aún no hemos montado ni en el coche. Nos quedan unos 90 kms, hay que pasar por Navacerrada y llegar al Puerto de Cotos. En el trayecto nos equivocamos de salida, rectificamos una ronda más adelante. El perro anda suelto en el asiento de atrás, sin saber cómo, aparece en los pedales del acelerador. Paro como puedo. Metemos al perro en la cesta y lo cerramos. No habrá más contratiempos. Mientras conduzco suena el teléfono, es el fotógrafo, lo coge el copiloto, le aclaran el lugar donde vamos: Puerto de Cotos, en el Mirador de la Gitana, en el término de Rascafría. El fotógrafo se hace un lío con el aparcamiento del Puerto de Navacerrada. Llegará en cuanto pueda. Los que vienen de Rascafría llevan casi una hora esperando. Estoy nervioso, no cabe duda.

Las dos amigas de Rascafría están sentadas esperando al borde del mirador. Saludo y me disculpo, presento al resto de la gente. Al momento aparece el fotógrafo casi jadeando “¡Tranquilo, acabamos de llegar!”

Es domingo y el sitio está muy concurrido, valoramos la posibilidad de ir a otro mirador a unos pocos kms en dirección a Rascafría. Decidimos quedarnos. Montamos el escenario: colocamos el nº de la ceremonia a ambos lados donde hemos ubicado el atril de lectura, abrimos el trípode y buscamos el ángulo para grabarlo en video.

La gente nos observa con expectación, algunos nos preguntan que qué estamos haciendo, de pronto se me ocurre: “Es un control de alcoholemia, para impedir que los borrachos suban y se pierdan en la Sierra

El montaje se hace con un cierto libertinaje y me obliga a ir rectificando. El granito de las rocas no es un buen soporte para fijar los paneles con la cinta de carrocero y se despegan con excesiva facilidad. Hay que estar recolocándolos con demasiada frecuencia. No importa. Hemos entrado en el ritmo de la sesión, en el frenesí del acto. La gente que pasa por el mirador se vuelve invisible. Estamos concentrados en la lectura. Algunos nos interpelan, lo tomamos como parte del aderezo y lo incluimos en el desarrollo de la actuación con total normalidad.

Nos estamos divirtiendo. El invitado puntual se salta el guión en varias ocasiones, hace su propia interpretación de la obra, inventa frases, cambia palabras, modifica el papel. El invitado que cogió el taxi le da coba. El resto, yo incluido, nos estamos riendo, lloramos. Hemos perdido la solemnidad y la cordura de otras ceremonias de Lecturas al Viento. Pero ¡qué demonios! Es divertidísimo.

En la última parte de la lectura se nos une una espontánea que se presta a leer unos párrafos del texto. Quedan pendientes dos párrafos, aislados en la hoja contigua de la carpeta, los leo. Con ello damos por concluida la lectura. La espontánea me proporciona una tarjeta con sus datos. La incluiré en el listado de participantes y le haré llegar las fotos del evento.

El vaivén de transeúntes que llegan al mirador, se ha reducido considerablemente. Procedemos a enterrar el tarro con el escrito leído en el hueco que había convenido hacerlo, justo debajo de la brújula metálica.

Las semillas las plantamos en una zona adyacente, bajando por un camino lateral nada transitado. Una familia se ha instalado a comer encima de donde había previsto inicialmente esa plantación.

La ceremonia en sí ha llegado a su fin. En la Venta Marcelino, en el mismo puerto, nos acoplamos en la terraza y pedimos unos bocadillos y bebida.

La conversación y la situación son delirantes. El puntual y el del taxi nos amenizan con un diálogo vivo, electrizante, ingenioso. Escandalizante para una familia de comensales anexos a nuestra mesa.

A las siete de la tarde nos despedimos de las amigas de Rascafria. Nosotros, incluido el fotógrafo, regresamos a Madrid.


Ceremonia XXI: EL SILENCIO DE LA NATURALEZA


 …En el perfil de las líneas que delimitan el horizonte el silencio se posa con la suavidad de un pétalo en el último instante de su descenso. El cielo azul; las blancas, grises, oscuras nubes; el arrebol del atardecer; la luz de la luna; el titilar de las estrellas. El manto blanco, la lluvia. El frío de la madrugada, el calor en las horas centrales del día. La superficie se cubre con una fina capa de rocío. Los brotes verdes de los cereales cultivados en las eras, en parcelas rectilíneas o de suaves contornos ondulados, ordenadas sobre las faldas de los montes…

Fragmento del libro La voz interior