…Cuando el precipicio se cruza sobre
mis pasos, me convierto en una pavesa azotada por el viento, en un globo de
aire al que han desatado la bocana y se desinfla anárquicamente en el espacio.
No noto el peso de mi cuerpo, mis pies quieren aferrarse al suelo y, sin embargo,
se balancean atraídos hacia la nada donde te arrastra la gravedad. El sudor
emana de mi frente, tiñe de humedad la camisa. Mis manos y mis piernas se
convierten en flanes sacudidos por un terremoto. Cuando me alejo, hacia la
seguridad de la llanura, desaparecen los síntomas, la respiración se hace
pausada y el corazón deja de latir con violencia…
Fragmento
del libro La voz interior
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